viernes, 31 de diciembre de 2010

EL MAR, TÚ Y YO


Observo su majestuosidad, su belleza. Ahí está: ¡el mar! Sugerente, con la brisa que refresca el cuerpo aliviando el alma o, ¿tal vez al revés? Lo miro, no puedo desligarte de él. Siempre juntos: el mar, tú y yo. Según crecías y yo envejecía descubríamos sus secretos: sus profundidades, su fauna, los crepúsculos con sus fascinantes tonalidades; cuando el momento rinde culto al tránsito de lo acontecido a lo venidero. Un día tu persona se desvaneció; pero miro al horizonte y te encuentro, me fijo en las gaviotas y estás, observando a las golondrinas te hallo, contemplando a las olas te veo, siento la brisa y te noto, percibo la fragancia y te huelo. Cuando te imagino ahí está: ¡el mar! Con sus destellos, sus matices, su aroma, sus peces, las aves… No puedo abrazarte, ni jugar contigo; pero siento el abrigo del Amor, arrullándome hijo mío... En el mar…     


        Juan Luis Bulnes de la Calle. 
Cartagena (España)


NADA


Nada no es nada, sino algo. Algo de nada, nada de algo. ¿Qué es nada, sino algo? Porque si la nada fuera nada, no sería algo. Si la nada fuera algo, no existiría nada. ¿Hay nada sin algo? ¿Algo sin nada? Nada es nada y nada de algo es……

Raquel Viejobueno Rodríguez
Año 2007

miércoles, 29 de diciembre de 2010

CIELOS

Puse las nubes en el cielo,
allí las pinté con mis yemas.
La enorme estrella
me perseguía desde lo alto.
Alcé el vuelo,
tragué mares repletos de ironía.
Conocí cuerpos inertes,
árboles quemados,
personas consumidas.
Se me cayeron  las nubes del cielo,
la vida me quemó.
Ahora camino,
no tengo yemas,
ni poseo cuerpo.
Soy en uno de mis mejores momentos.
Libre.
Raquel Viejobueno Rodríguez
“ Mamotreto de viajes” 2010

lunes, 27 de diciembre de 2010

TU MIRADA




Quisieron poner nombre a tu mirada, también acento, pero no pudieron porque el lenguaje de tu pupila era más amplio que el vocabulario de cualquier lengua.
Quisieron poner bandera a tus caricias, pero no supieron, ni encontraron colores para definirlas, porque por muchas pinceladas que hallaban no había nacionalidad en el mundo donde inscribir tus besos.
Quisieron encarcelar tu piel en la cárcel de la crítica y la opinión, pero erraron de nuevo, porque se escapó entre las rejas de la diversidad y la palabra.
¿Qué más da?, pensaba yo. Que tus ojos sean claros u oscuros, que tu piel sea tostada o clara. ¿Y tú pelo? Qué más da como fuera si fue allí donde me perdía todas las noches entre aires distintos y encuentros ocultos.
Quisieron que me perdiese en el laberinto del silencio pero no supieron que la palabra desató mis ganas de vivir para descubrir la diversidad de cada sueño, no supieron que con tu palabra encontré el sentido de las mías, no sabían que mientras tú y yo hablábamos el mundo se apagaba con sus frases mal hechas
Quisieron tantas cosas, que no hicieron nada, porque tu mirada era más amplia que todas aquellas palabras encadenadas, que todos aquellos diálogos sin sentido, llenos de paradojas y antitesis, con acentos distintos y colores dispares. Tu mirada fue mi único diálogo.
Mejor, que guarden silencio.

Raquel Viejobueno Rodríguez.





TAN SÓLO...

Tan solo siento... un cansancio agotador, que me hunde y me aplasta, que me asfixia, que se hace vencedor.
Si pudiera descansar, respirar, dormir y volver a despertar. Si pudiera...

ANA MARÍA VIEJOBUENO RODRÍGUEZ.


domingo, 12 de diciembre de 2010

EL SEMÁFORO

EL SEMÁFORO


El semáforo se pone en rojo y me veo cruzar la calle con falda a cuadros y un jersey azul marino ajustado a la cintura. Con mi pelo suelto y las ganas de vivir aireándose detrás de mí  y la infancia colgada a la espalda con un bocadillo para saciar mi hambre de días y de instantes. Ando por la vida a tropezones, sin mirar mucho hacia los lados y al llegar a la acera, ya he crecido. Ya llevó encima de mis hombros, el fino velo de los años. Mi pelo corto, el vestido ancho, y caminando rota, muerta, consumida. De infancia a vejez. Así es el tiempo, un instante en la mirada del recuerdo. De ese algo que todos llevamos. Así es todo, una mochila que la paseamos de acera a acera, y de repente está llena como vacía. Así soy yo, un sutil segundo en el tiempo de todos.
Raquel Viejobueno Rodríguez.
Finalista Premio Orola. 2010.

lunes, 6 de diciembre de 2010

LA OTRA NAVIDAD

Aquí en la oscuridad de la noche recojo entre mis manos la llamada de las letras, que chillando una a una encadenan pensamientos en mi mente.
Necesito escurrir la punta de mi lapicero sobre la cuadrícula para sentirme por lo ...menos alguien.
Me inclino y va naciendo una historia, que en posición fetal se agarra en mi cerebro, luego comienza a estirarse, a abrir los ojos, a moverse, a hablar y a vivir por sí misma.
La oscuridad me había causado miedo, pero pensaba que la lóbrego era relativo, que en ocasiones existía y te hacía morir de miedo, y en ocasiones desaparecía dejándote sola. Ahora lo sombrío es dual conmigo, duerme en mi cama y descansa abrazada a mí.
Han pasado muchos años, demasiado tiempo, como para contar en una pocas palabras todos los instantes de mis suspiros.
Nada puedo hacer ya, más que esperar a que el recuerdo se despierte de su tumba y me brinde el placer de ser otra vez la misma muchacha de siempre, la misma mujer prepotente y la misma anciana derrotada. Sólo el recuerdo puede sacarme del insomnio, del sueño profundo en el que me encuentro. Tan sólo el recuerdo puede hacerme caer de rodillas y gritar para mis adentros que no soy un mueble de la habitación, que la piernas me duelen de permanecer así constantemente, que mis manos han olvidado acariciar, que mis ojos muertos están enterrados en el olvido. Que no estoy muerta, que no hay tierra sobre mi cuerpo descolorido, que estoy viva, que quiero levantarme, caminar, ver y vivir.

Los años de atrás no eran así. Era un cuento que transcurría silencioso por sus caminos perdidos. Eran años de gloria cuando todos me venían a ver, me hacían regalos, me acariciaban y mis ojos estallaban como un torrente de lágrimas, el cual aliviaba todo, los dolores y los pesares del pasado.
Ahí era cuando sí era alguien.
El cielo era una pared que parecía imposible de romper, de él caían pelusas de agua congelada. El frío entumecía mis mejillas dejándolas rosadas y en carne viva, aunque no importaba, ellos vendrían, acudirían como empujados por la brisa a sentarse conmigo, junto a la chimenea, como todas las Navidades, año tras año, nos reuníamos para contar todo.
Ahora sólo estaba el silencio conmigo, no existía la chimenea porque nada había.
Los años no sólo hacen envejecer a los cuerpos, también con ellos envejecen los recuerdos y los hace mucho más vulnerables. Con una sola caricia se rompen, se resquebrajan, se agrietan, se caen y mueren solos, siempre solos.
Estos días son la otra Navidad, la que todo el mundo la da la espalda, la que es fea, la que no tiene cara porque no es nada, nada. Sólo es una sombra leve de la realidad, un aguacero de dolor, de añoranza y de temor.
Todavía me sigue dando miedo la oscuridad, no consigo entenderla y no puedo abrazarla, quema y me duele, siempre duele.
Dicen ciertas voces confusas que nadie está sólo si tiene algo que recordar, aunque sea un mínimo recuerdo, un leve rayo de luz, una mañana distinta. Dicen esas voces temblorosas que nunca se puede volver atrás, que el camino se borra y no consigues recordar. Dicen que la vejez es una gasa fina y azulada que te va arropando poco a poco, convirtiéndose en una segunda piel. También comentan que no merece la pena llorar ni lamentarse, que nadie pisará tu tumba cuando la tierra engulla tu cuerpo.
Esta Navidad será distinta, nadie vendrá a besarme en la mejilla y a acariciar mi mano, nadie, sólo la muerte.
Quizá alguien me eche de menos, aunque sea esta pobre silla, que durante años ha aguantado mi peso, aunque sean estas paredes, las cuales han sujetado mis recuerdos con sus garras y nunca me han concedido el olvido. Mi cuerpo se irá caminando, dejando una estela y nadie la verá, porque nadie me recuerda, nadie.

Mi historia ya va caminando por sí sola y ya tiene vida porque late con fuerza. Es una historias que también va envejeciendo mientras camina. Las dos vamos cogidas de la mano y desembocaremos en el mismo mar, en el mismo abismo, en la misma nada. Aunque la nada tiene que ser algo, quizá la nada.
Me siento más tranquila porque he escurrido sobre los papeles todo el dolor que me sobraba, y he tendido mi tranquilidad para que el viento seque su esencia y mañana pueda volver a mi espíritu.
Ahora me siento alguien, aunque sea una simple pincelada en el aire, soy alguien.
Todavía tengo tiempo de suplicar hasta que vengan a buscarme y hagan de mi cuerpo arrugado un puñado de cenizas, unos cuantos andrajos, un silencio eterno.
Ahora, aunque esta Navidad sea distinta, lucharé más que nunca, andaré con estas endebles piernas para demostrar que me voy contenta, que la suerte me sonríe, que la vida me abandona pero la muerte me llama ansiosa. No miraré atrás porque sólo recordaré aquellas pelusas de agua congelada, aquella chimenea, aquellas caricias tibias. Sólo recordaré mi vida, mi camino, mi historia, que hace poco nacía y ya yace moribunda.
No me iré triste, prometo no llorar, prometo no agarrarme a la silla cuando dé mi último suspiro, prometo.................................................
Aquí en la oscuridad de la noche, ya no recoge entre mis manos la llamada de las letras, ya no se encadenan unas a otras, ya no hay letras. Recuesto mi cabeza en la silla y mi cuerpo en posición fetal se va envejeciendo cada vez más.
La oscuridad se hace densa, mis ojos se cierran, y.................................Era verdad que esta Navidad iba a ser distinta.

“Primer premio de prosa del año 1996 de Fuenlabrada.”
“Tema una Navidad diferente"

viernes, 3 de diciembre de 2010

AL FIN UNA SONRISA.

AL FIN UNA SONRISA

Entré a casa corriendo y para mi alegría encontré a mucha gente, tíos, viejos amigos de mis padres reunidos en el comedor. Algunos de pie, otros sentados. Mi corta edad no me permitió ver sus rostros demudados y sus mejillas húmedas cubiertas de lágrimas que en algunos fluían cual riachuelos incontenibles. Corrí a los brazos de uno de mis tíos riendo feliz, pensando que al fin estaría de vuelta en casa con mamá, papá y tíos…. Lo que no sabía era que no se trataba de una fiesta sino de un velorio. Sí. El velorio de mi padre muerto intempestivamente, que cual huracán imprevisto arrasaría nuestras vidas: la de mi madre, que en ese momento murió junto a él, aunque sin partir vaya a saber uno hacia donde, la de mi hermana, algunos años mayor, que se alejó definitivamente de mí. Ese día perdí a mi refugio varonil, el de mi padre.; el regazo tibio y cariñoso de mi madre y la compañerita hasta ese momento de juegos y travesuras: mi hermana.
Quise abrazarme a ellas que lloraban desconsoladamente pero para mí incredulidad no pude ingresar a ese círculo de angustia.
Ese día mi vida habría de cambiar para siempre.
Mientras trataba de entender con mis breves añitos que estaba pasando, una mano firme pero reconfortante me apretó la mano y me dijo “Ven Anita vamos a mi casa, que mamá estará ocupada unos días”. Era la mano amiga de Asun nuestra ama de llaves. Así fue como ese día negro, se convirtió en un devorador de alegrías pasadas, presentes y futuras.
-¿Asun, a donde fue papi?
- Al cielo querida, al cielo.
-¿ Y cómo llegó hasta allá?, pregunta que no fue respondida. Mi intuición me dijo que debía terminar la conversación en ese preciso instante. Pero al rato Asun agregó:
-Si quieres volver a ver a tu papi, bastará con mirar al cielo.
De más está decir que por años  traté de encontrar algún rastro de mi padre en el cielo para ver si él podría ayudar a mami, a mi hermana y por qué no a mí también, a recomponer algo de nuestras vidas pasadas. Pero todo fue inútil, nada volvió a ser igual.
Así transcurrió mi vida entre murmullos, velos negros, media luz, y ni una sonrisa. El rostro demudado de mi madre y la opacidad de su mirada revelaban una pena infinita, tan infinita como el tiempo mismo.
En una ocasión, no recuerdo por qué, reí a carcajadas y para mi sorpresa mi madre también rió, era la primera vez en años, o así me pareció.
Comencé a perfeccionar mi carcajada a tal punto que me decían:
 -¡Qué risa tan contagiosa!.
Transcurrieron los años y en mi empeño por apaciguar su eterna melancolía me transformé en lo que ella quería: un ser vivaz, alegre, obediente y dócil.
Pobre mamá nunca supo de mi tristeza punzante ni de mi determinación de hacerla olvidar a mi padre aunque fuera por un instante.
Un día llamaron a mi puerta y ohhhhhhhhhhh ahí estaba parado, mi padre tal como lo recordaba por fotos!!! Me lancé a sus brazos rebosante de felicidad, sentí mi corazón derretirse de felicidad.
-¿Pero papi a dónde estuviste todo este tiempo?.
-No sé, creo que por ahí, tuve amnesia profunda pero por fin estoy de vuelta.
Corrí desenfrenadamente hacia donde estaba mi madre para devolverle por fin su tan ansiada felicidad.
Pero justo en ese momento el infame despertador comenzó a sonar.
Como pude me levanté, sabía que lo que había experimentado era felicidad en su más pura esencia, pero no la mía, sino la que hubiera sido de mi madre.
Caminé hacia su habitación y con profundo dolor divisé su cuerpo débil, frágil, rígido, marmóreo con una mano extendida hacia el retrato de papá que la había acompañado toda su vida.
Fue en ese momento que comenzó mi nueva vida: había comprendido que cada uno debe vivir su propia tristeza o su propia felicidad.
Me asomé a la ventana y por primera vez en muchos años un rostro allá lejano en el cielo me sonreía alegremente.
 "Palabras de una amiga"

lunes, 29 de noviembre de 2010

Nº2

Nº 2


Seguro que vio  cómo venías persiguiéndome por el pasillo
cómo te tambaleabas por el serpenteante camino hacia mi cama
desnudo y armado
 con tu sonrisa ladeada
 y con ese el olor a prohibido:
jazmín y menta de otro jardín...

Seguro que también te vio sobre mí
con la seguridad del cazador experto,
ansia de saciar
la sed infinita de tu cuerpo...
 
Yo sabía que nos miraba…
Oía cómo se golpeaba contra los cristales,
cómo se retorcía de envidia al no ser
carne de mujer sobre tu cuerpo...

Aquí estamos:
tú pensativo
por robarle a la lujuria las joyas más dulces e inusitadas,
las más preciosas,
las mejor guardadas…

Ella nos traicionó,
la misma que se mezcla con mis lágrimas
y se escurre vengativa
la misma que tu bebes  en mi mejilla
con besos de sal y rabia infinita…
La misma.
Silvia Mariani

miércoles, 3 de noviembre de 2010

SÓLO UN SUEÑO



Bellísima noche estrellada, la luna brillando esplendorosa sobre el mar encrespado.
Las olas rompiendo contra un montículo de piedras altísimo, desparramando su espuma como volando hacia las estrellas con su brillo plateado.
La arena, dorada, suave, mullida, pareciera envolverme.
El ruido del mar me adormece, cierro los ojos, escucho los sonidos de la naturaleza, el canto de las aves, el ir y venir de las suaves olas que bañan la playa.
De pronto mi espíritu se eleva, liviano como el aire, me encuentro flotando entre las estrellas, colores, muchos colores me rodean, me invitan a danzar.
Se oye ya muy lejano el sonido de las olas, giro, doy vueltas, bailo, me acompaña una música maravillosa, suave, dulce, melodiosa.
Veo a lo lejos un resplandor muy  fuerte,  floto hacia él, girando, volando. Que hermosura, cuánta paz, cuanta belleza!
Otros seres muy bellos transparentes, que brillan a la luz de las estrellas emitiendo suaves y variados colores y dulces cánticos parecen llamarme.
Me acerco, juegan como niños haciendo una gran rueda, se mezclan sus bellos colores transparentes. Me invitan a compartir con ellos la alegría que disfrutan.
Giro con ellos, me siento liviana, casi no veo mi cuerpo, también es traslucido, colorido, bailo al compás de una suave música acompañada de esos seres luminosos. Soy feliz.
No quisiera volver a la realidad, me siento completa, mi corazón pareciera estallar con un amor inmenso. Despierto sintiendo aun la arena, ya está por amanecer, el cielo ahora se pinta de muchos colores, de un celeste puro y en el horizonte un naranja que se va convirtiendo en dorado. Asoma el sol, poco a poco, es una enorme bola de fuego surgiendo del fondo del mar.
Ya amanece. El sueño terminó. Fue nada más que un hermoso sueño.


Beatriz Susana Arías Sanz (Bitty) – Oct. 2010


domingo, 17 de octubre de 2010

NAVEGAR

¡Cuánto me gustaría navegar sin rumbo por los senderos que jamás me atreví a soñar!
Esta vida mísera que te obliga a vivier sin estar, a estar sin saber.
¡Cuánto me gustaría perderme en el abismo de mí misma!
¡Cuánto me gustaría vivir!

sábado, 9 de octubre de 2010

LA NOCHE


Taciturna noche, tupida y triste,
andas tras de mí y no consigues alcanzarme.
El silencio grita y los ruidos se callan,
 y veo tu mano extendida hacía mí,
y espero que el Sol se ponga
y empuje con su potente brazo tu mano amenazadora.
Taciturna tiniebla que me haces sentir cobarde y ruin,
no vuelvas más,
que mi miedo es muy libre.
No quiero ver, no quiero seguir.
Espesa y densa oscuridad
que te pegas a mí como gotas de sudor en la frente.
 Sombra,
 sólo caída de la tarde,
el día te desterrará
y yo volveré a ser alguien.

Raquel Viejobueno Rodríguez


“Mareas de la Princesa Letra”
Año 2017.

martes, 5 de octubre de 2010

BAILARINA

Bailarina
Cual alondra te posas
liviana y frágil,
leve como la espuma sobre el
entarimado,
en tus ojos la música va dibujando estrellas,
te ves como la alondra
etérea e inconsútil.

Tu cuerpo va esculpiendo
efigies en el aire,
se despliega sensual hasta sus extramuros,
la tristeza aferrada a tus
brazos perfectos
resbala por tu espalda
y se aloja en tu talle.
Sonríes mientras danzas…
y el aire se detiene embelesado a mirarte.

Se demora la luz entre tus manos pálidas
alzadas en místico ademán…
Hay a tu alrededor
una hueste de hadas susurrando poesía.
Agoniza la música.
Comparece el silencio y se adueña del mundo.
Grácil y transparente
se derrumba tu cuerpo en las tablas gastadas,
Y entonces ciertamente
te asemejas a la alondra
adormecida en el nido.

Nahir Subelzú

VOLVÍ A PERDER.

VOLVÍ A PERDER.

Lloré lo que perdí, porque lo perdí llorando,
y mientras lloraba dejaba atrás el llanto
 que más me hizo sufrir.
Tu amor.
Perdí lo que sabía que ya estaba perdido,
y perdiéndolo todo
me dejé perder en el abismo
de tus brazos otra vez más,
hasta que no fui capaz de encontrar lo perdido
 y la perdición me llevó a llorar lo que sabía
que no podía encontrar.
Tu amor.
Y volví a llorar otra vez,
y me encontré sola,
 tan sola como perdida.

RAQUEL VIEJOBUENO RODRÍGUEZ.
“Libro de los Insabores.” 1994

miércoles, 29 de septiembre de 2010

EL GRIMORIO

El Grimorio

     El templo de piedra se alzaba silencioso en un paisaje desmayado. Viendo aquella iglesia del pasado se podía ver un trozo de Tierra Santa. La iglesia de la Vera Cruz parecía haberse traído piedra a piedra desde Jerusalén, como si fuera una basílica que los caballeros del Temple desmantelaron para volver a reedificarla en la altiplanicie elegida como segura y solitaria.
     Antes de entrar, observó el monumento sagrado con parsimonia, intentando descubrir alguna señal entre piedra y piedra. Comprendió que no era casualidad que Gabriela le hubiese citado allí. Un halo de misterio encendía las paredes de púrpura bajo el tibio sol de un invierno que prometía alargarse. “¿Quién eres, Gabriela?” —pensó—.  “¿De qué me quieres avisar?”… En el tiempo que se apaga un cigarrillo, concluyó entrar por la puerta que daba a la carretera.
     Fue recibido por el aire de los siglos. Dispuesto en el centro y alcanzando los techos, el templete circular dominaba la edificación religiosa. Una tiniebla mostaza colmaba la bóveda de partículas doradas que se esparcían como flecos de luz alrededor del edículo. Paredes viejas, cansadas y porosas, de cal amarga y tacto blando rodeaban el círculo sagrado con las escenas de la vida de Cristo. Varios visitantes contemplaban absortos el retablo de la Resurrección. Cruzó el túnel del edículo y pareció trasladarse a otra época. A su paso, rozó con las yemas de los dedos la mesa de un altar empotrado a los suelos, esencia viva de ocho siglos de culto. Buscó a la derecha, entre las siluetas que se movían por las inmediaciones a la entrada lateral, la sotana negra que identificase al religioso. Rebasó la capilla del lígnum crucis y continuó flanqueando los ábsides que rodeaban el interior de la basílica. En el ábside de la derecha, una mujer arrugada y de mirada triste, vestida de negro y con un velo cubriéndole la cabeza, estaba sentada ante una Virgen piadosa. La mujer descansaba el dolor en un rostro suplicante; los ojos, enrojecidos de llanto; los labios, no dejaban de articularse, repitiendo la oración que el alma llevaba escrita. De  Mujer a mujer, de Madre a madre, hablaban y rezaban en la paz de un dulce secreto.
     Atravesó el ábside central con la talla de un antiquísimo Cristo crucificado. Se cruzó con otro ábside más pequeño cuya escultura llamaba la atención por ser la del Bautista. Continuó de frente y vislumbró la puerta entreabierta de la sacristía. Nada más entrar, vio de espaldas a un sacerdote ordenando libros y documentos en una cómoda casi tan vieja como la iglesia.
     —¿Padre Manrique? —preguntó con delicadeza.
     —¿Sí…?
     Tomás pudo comprobar un rostro que, a pesar de estar labrado en la soledad y presentar el estigma de las privaciones mundanas, cumplía de buen grado los designios que el sacerdote entendía enviados por el Señor. El padre Manrique era un hombre cuya fortaleza residía en su incomparable fe. Alto, de mediana edad y madurado en las misiones.  Fuerte, de abundante pelo cobrizo, león de Tierra Santa, protector de los débiles cuyas voluntades sucumben a las maquinaciones del mal. Inteligente, ojos audaces con el brillo del saber, erudito como pocos en materia esotérica y gran estudioso de las religiones malditas. Al padre Manrique sólo bastaba quitarle la sotana para identificarlo como a un aventurero arqueólogo o, en su caso, un dinámico peregrino vagamundo de Historia y Religión.
     Le explicó la causa de su visita y le dijo que iba de parte de Ricardo Maldonado. El sacerdote reaccionó enseguida.
     —¡No hay tiempo que perder! ¡Rápido, sígame!
     Con paso decidido alcanzó el ábside del extremo opuesto. Ascendió por una escalerilla de caracol hasta una cámara rectangular situada en la primera planta del edículo. Allí apoyó la mano en una figurilla de ángel labrada en la pared hasta empujarla hacia adentro. Sonó un chasquido proveniente del suelo. Un artilugio emergió del altar y mostró una vitrina con un grueso libro en su interior. Abrió la compuerta de vidrio y cogió el tomo: un antiguo grimorio religioso, vademécum de invocaciones sagradas. El padre Manrique se arrodilló ante el icono de un santo, y con los ojos cerrados, extendió el grimorio al vacío, sujetándolo entre las dos manos. Rezó con la cabeza agachada al mismo tiempo que sostenía la reliquia como si fuera una extensión de sus brazos. Durante unos minutos se escucharon oraciones en un latín culto, el latín de las misas antiguas. Con la última oración, se levantó. Hizo que Tomás se arrodillara y posó una mano en la cabeza de este mientras ejecutaba una breve plegaria. Terminó ungiéndole en la frente un aceite con el signo de la cruz. Le invitó a levantarse de la genuflexión tendiéndole la mano.
     Tomás y el padre Manrique se miraron en silencio mientras respiraban el aire enrarecido de los tiempos.
     —Bien, ahora lléveme hasta allí —reclamó el sacerdote, con el libro fuertemente atrapado entre los brazos.


Guillermo  Blanes.

lunes, 27 de septiembre de 2010

APRENDIZAJE

APRENDIZAJE.
Tuve que andar muchos cielos y reinventarme horizontes,
 Tuve que volver a esperar sola las mañanas,
Tuve que sentir el dolor implacable del frio de tu ausencia.
Tuve que aprender a beberme las lágrimas
y alimentarme de los vacíos que llenan la casa.
Aprendí a dar arrumacos a tus recuerdos
Tuve que ser el arena de las playas
donde quise dibujar otra vez tus pisadas
y seguirlas
para que me lleven donde tu mirada
No escatimé en amaneceres frente a la playa
No ahorré ni un beso y grité todas las palabras
No pasó una sola noche sin que te nombrara
Como un conjuro maléfico de oscuras magias...
No paso día que no te pensara
como plegaria sagrada para que regresaras...
Abrí todas las ventanas y las puertas
Me engañé pensando que estabas volviendo y
Tuve que aprender a beberme las lágrimas
Aprendí a alimentarme de tus vacíos
Rasgue con uñas y dientes las paredes
Envenené en alcohol esas noches largas
Tuve que aprender a vivir cómoda entre soledades
Tuve que aprender a olvidar tu nombre
y aún no te olvido...
Gabriela Palacios Olavarría


ADIÓS Y BUENAS NOCHES.

ADIÓS Y BUENAS
NOCHES.

Adiós y buenas noches.
Camino lentamente hacia el alba.
Ya no quiero permanecer en la obscuridad,
la luna se ha ocultado
negándose a iluminar el camino
que me llevara lejos de ti.
Pareciera que no quiere que te olvide,
pareciera que quiere que siga presa.
Presa de tus labios,
de tu cuerpo,
de tus caricias
y de tu pasión.
El Sol lentamente se asoma en el horizonte,
más sus rayos no me tocan
mi cuerpo se niega a calentarse con ellos
porque la noche no quiere abandonar más.
Mi alma cansada esta de sentir sólo el frío.
Anhela un poco de calor,
para vivir,
para reír,
para crecer,
para amar....
para escribir.
Mis letras huecas y vacías siento,
sin sentido ni razón de ser
buscando desesperadamente el verso,
el cual quedó muerto en tu piel.
Mi fuente de inspiración se ha ido,
mi razón para escribir ya no lo es
lentamente siento que me hundo en un vacío
en el cual no me quiero perder.
Amarte.
Buscaba tu abrazo,
quería estar en tu corazón,
ansiaba estar a tu lado
compartir contigo mis noches,
mis días,
mis alegrías
y sin sabores.
Adiós y buenas noches,
se ha terminado esta historia sin fin,
sin habernos pertenecido nunca,
sin haber compartido la vida
compartiendo solo momentos robados,
caricias lejanas y encuentros efímeros.
Ya nada tiene sentido sin tu presencia,
mi cuerpo extraña tu ausencia
desearía que nunca volvieras
y yo dejar de sentir esta impaciencia.
Impaciencia por extrañar  tu voz,
aquella que melosa me rogaba amarte.
Muero de ansias.
por sentirte nuevamente fundirnos
en una entrega insaciable.
Sentir el sudor de tu cuerpo,
llenarme de tu esencia y fundirme en tu piel.
Adiós y buenas noches, todo está dicho ya
No volveré a buscar tu charla.
No volveré a escuchar tu voz,
ni siquiera añorare tu recuerdo.
Esto ha terminado.
Y sólo te puedo decir.
Adiós.
Y buenas noches.
SAY PLUMA


sábado, 18 de septiembre de 2010

DEDOS DE RECUERDO



Raquel Viejobueno. Un Café con literatos.


Se cayeron tus dedos de mi piel,
en un instante recogí los recuerdos muertos.
La lejanía se consumía como una vela,
 y tus palabras zurcían huracanes en mi mente.
Yo no puedo, me ahogo.......................
                                         Susurré..............
y mientrás muero por tí
agrupo tus dedos para guardarlos
y que la lejanía nunca exista.
Me ahogo............
y me arropo con tu voz para jamás perderte..............


"Retrato de una pluma".. Año 2000.

viernes, 17 de septiembre de 2010

ZAPATILLAS DE ALGAS

 (A mi madre, tan lejos y tan cerca en todos los instantes)


Antes de que te vayas quiero decirte que, en tantos años, ¡y tantos!, no he podido construir un solo rinconcito en el que imaginar ese lugar en el que vos no estás.
No encuentro una razón para pensarte ausente ni siquiera en la muerte. No concibo una hendija en la que no residas, aunque difuminada en la distancia.

Antes de que te marches quizás en busca de palabras blancas y chiquitas, que leer recostada en la medianoche, o a esperar el alba con los ojos nuevos, llenos de atardeceres contemplados, quiero entregarte la mariposa azul de mis poesías, el destello marrón de mi mirada, posada en la montaña que no has visto, pero sé que amarías si miraras.

Antes de que una distancia amarga y sólida nos separe otra vez, pálidas y desmembradas, quiero que sepas que no ha habido una historia más hermosa, más tibia, más llenita de agua, que la que de tus labios, junto a la chimenea germinó hipnotizante cuan música de duendes, allá en la casa antigua que fuera nuestra casa.

Sabe pues… si partes algún día, allá adónde vos vayas, seguiré tu rastro de pisadas en la arena, con zapatillas de algas…


Nahir Subelzú

martes, 14 de septiembre de 2010

PRESENTACIÓN DE LAS PASIONES DE LA DUQUESA.

El espejo roto en la entrada del caserón, indica que los años ha volado. La duquesa descansa en su sillón de terciopela azul. Afuera, los árboles susurran con el viento, y se puede escuchar pasos, chasquidos de hojas pisadas. Hay personas que se apróximan. Huele a libro y a café. La duquesa desde la ventana observa el paisaje verde y escarpado.Rememora días mejores y creé ver su sonrisa esbozada en el cristal opaco de una ventana añil. Las nubes cubren el cielo, el cielo se cubre de gris.
La Duquesa espera, ya vienen, ya vienen, piensa....................

Ciencias de la Vida

CIENCIAS DE LA VIDA.






Me estoy licenciando en Ciencias de la Vida. Me matriculé en la asignatura de ser madre. No supe lo denso que era el temario, hasta que empecé con las prácticas.

Es una gran asignatura, me causa ardor, sin razón y recelos. Hay días que siento nacer algo dentro de mí y otros, siento que muero.

En diferentes ocasiones, me creo incapaz de resumir los temas, ¡es todo tan importante!, que temo dejarme algo en el camino.

El día del examen me produce angustia, aunque todavía queda mucho. Espero aprobar, o por lo menos haber aprendido algo.

Lo peor de esta asignatura es que no hay convocatoria de Septiembre.

RAQUEL VIEJOBUENO RODRÍGUEZ.

AÑO 2009

Las pasiones de la duquesa: El Encuentro

Las pasiones de la duquesa: El Encuentro: "EL ENCUENTRO. Encendí la luz. Sentada en la silla la pude oír. Apoyé de nuevo la cabeza en el cojín. La seguía oyendo. De pequeña me dij..."

El Encuentro

EL ENCUENTRO.




Encendí la luz. Sentada en la silla la pude oír. Apoyé de nuevo la cabeza en el cojín. La seguía oyendo. De pequeña me dijeron que a veces me alegraría de oírla, otras de verla, que otras tantas me haría daño y me encogería la mirada. También me dijeron que tuviera cuidado con su atuendo, que en ocasiones me engañaría con su presencia y me haría ver una cosa, cuando pudiera ser otra.

Que la mirase siempre a la cara, que nunca me diese la vuelta he intentase huir de ella. Que intentara entenderla y cobijarla, que la dejara un hueco en mi mente y en mi alma.

Levante la cabeza y miré. Allí estaba la seguía oyendo. Seguía sola en el aire, navegando a la deriva del capricho, a merced de cada uno de nosotros. Allí, pobre, taciturna, con una pincelada de zozobra, dejando la locura a un lado. Allí desnuda me encontré con la palabra.





Raquel Viejobueno Rodríguez

28 de Febrero del 2007