lunes, 21 de abril de 2014

VALPARAÍSO EN LLAMAS por Marianela Puebla






VALPARAÍSO EN LLAMAS
(Abril 12-13 de 2014)

Un abanico de fuego se eleva sobre el borde de los cerros,
lame con audacia los vientres de las nubes hasta hacerlas sonrojar.
La hoguera acrecienta su poder en los brazos del siroco
y consume todo a su fatídico encuentro.


No es la primera vez, los porteños lo saben y pagan las consecuencias
por dementes desquiciados que no se detienen en su afán de destrucción.
El fuego alimentado por todo lo servible e inservible avanza despiadadamente
sobre los hogares que le salen al paso.
Las lenguas voraces acallan el rumor del agua, las súplicas de los árboles,
llenando su ardiente caudal, de nidos e inocentes animales y aves.


Todo es consumido con ávido apetito que avanza más allá de la desgracia,
de lo inimaginable,
dejando sólo un carbón encendido sobre el arcoíris del puerto.
Las pérdidas humanas son cuantiosas,
irreemplazable en el corazón de sus apesadumbrados deudos,
el fuego no es amistoso cuando es liberado de sus cadenas,
cuando el viento lo acompaña en sus andanzas,
sueltos a su propia merced dejan un reguero de dolor en su camino,
doce muertos y muchos heridos, cinco mil damnificados
y una destrucción que no tiene límites.


Bomberos y voluntarios, luchadores incansables son a veces envestidos,
la bestia en llamas no respeta nada en su ardiente paso.
Hombres audaces que lo dejan todo por socorrer a los indefensos,
a veces perecen en las fauces de las llamas, arriesgan sus vidas
por salvar otras más desafortunadas y en su faena no escatiman en
caer consumidos por la desgracia.

El abanico del puerto está de luto, no puede sacudirse el dolor que lo embarga
es demasiado pesar, no deja respirar, mostrar sus atributos
como Patrimonio de la Humanidad.
Cada día es más agobiante el mantener ese título, sus otrora hermosos edificios coloniales están enfermos de descuido,
de indiferencia, abandonados son presas fáciles de inescrupulosos bandidos
que socavan sus entrañas hasta hacerlos colapsar encendidos de oprobio.


El puerto no sale totalmente de una desgracia para caer en otra,
los incendios en los cerros florecen en descuido y vandalismo.
Hay iglesias que se han quemado cuatro veces en el transcurso de pocos años
y quemas de pastizales que se salen de control
y atacan a la indefensa población.


Valparaíso está hoy en duelo,
grave, su gente, flora y fauna amenazadas
por la boca hambrienta de las llamas,
señalando a quienes a propósito,
dejan sueltas las voraces lenguas para destruir su valioso Patrimonio.



                                                                       Por Marianela Puebla