jueves, 16 de junio de 2011

MI PADRE.

Buen compañero.
Le gustaba la historia.
Cantaba tangos.
Recitaba poesía.

Despedazado por las fauces atroces de una guerra fratricida.
Se recompuso en lo que pudo.
Tuvo diez hijos.
¡Cuánto luchó!
¡Qué duro fue!

¡Cuántas necesidades!
A sus hijos nada nos faltó.
Finalmente la compensación; a todos nos cobijó.
A todos nos encaminó.

Esperó la muerte de frente, con valentía, entereza; ejemplarmente.
Sabía que se iba.
“Llegó mi hora”; decía.
“Estoy preparado. No preocuparos; ya la veía”.

No está el luchador.
No se oyen esos tangos,
Tampoco esas poesías.
Se fue ése héroe de la vida.
En nuestros corazones se quedó.

En mi Alma resuenan unos párrafos que en él oía:
“…Contemplo el mar abierto.
Hay un silencio de templo y un barco lejos…muy lejos.
Las olas besan la playa con evidente respeto,
 y una pregunta se escapa, que formula el  mar abierto:
¿Qué son las aguas del mar?
¿Es llanto que llora el cielo, por nuestro fracaso en amar al prójimo nuestro?...”


Juan Luis Bulnes de la Calle.