lunes, 6 de diciembre de 2010

LA OTRA NAVIDAD

Aquí en la oscuridad de la noche recojo entre mis manos la llamada de las letras, que chillando una a una encadenan pensamientos en mi mente.
Necesito escurrir la punta de mi lapicero sobre la cuadrícula para sentirme por lo ...menos alguien.
Me inclino y va naciendo una historia, que en posición fetal se agarra en mi cerebro, luego comienza a estirarse, a abrir los ojos, a moverse, a hablar y a vivir por sí misma.
La oscuridad me había causado miedo, pero pensaba que la lóbrego era relativo, que en ocasiones existía y te hacía morir de miedo, y en ocasiones desaparecía dejándote sola. Ahora lo sombrío es dual conmigo, duerme en mi cama y descansa abrazada a mí.
Han pasado muchos años, demasiado tiempo, como para contar en una pocas palabras todos los instantes de mis suspiros.
Nada puedo hacer ya, más que esperar a que el recuerdo se despierte de su tumba y me brinde el placer de ser otra vez la misma muchacha de siempre, la misma mujer prepotente y la misma anciana derrotada. Sólo el recuerdo puede sacarme del insomnio, del sueño profundo en el que me encuentro. Tan sólo el recuerdo puede hacerme caer de rodillas y gritar para mis adentros que no soy un mueble de la habitación, que la piernas me duelen de permanecer así constantemente, que mis manos han olvidado acariciar, que mis ojos muertos están enterrados en el olvido. Que no estoy muerta, que no hay tierra sobre mi cuerpo descolorido, que estoy viva, que quiero levantarme, caminar, ver y vivir.

Los años de atrás no eran así. Era un cuento que transcurría silencioso por sus caminos perdidos. Eran años de gloria cuando todos me venían a ver, me hacían regalos, me acariciaban y mis ojos estallaban como un torrente de lágrimas, el cual aliviaba todo, los dolores y los pesares del pasado.
Ahí era cuando sí era alguien.
El cielo era una pared que parecía imposible de romper, de él caían pelusas de agua congelada. El frío entumecía mis mejillas dejándolas rosadas y en carne viva, aunque no importaba, ellos vendrían, acudirían como empujados por la brisa a sentarse conmigo, junto a la chimenea, como todas las Navidades, año tras año, nos reuníamos para contar todo.
Ahora sólo estaba el silencio conmigo, no existía la chimenea porque nada había.
Los años no sólo hacen envejecer a los cuerpos, también con ellos envejecen los recuerdos y los hace mucho más vulnerables. Con una sola caricia se rompen, se resquebrajan, se agrietan, se caen y mueren solos, siempre solos.
Estos días son la otra Navidad, la que todo el mundo la da la espalda, la que es fea, la que no tiene cara porque no es nada, nada. Sólo es una sombra leve de la realidad, un aguacero de dolor, de añoranza y de temor.
Todavía me sigue dando miedo la oscuridad, no consigo entenderla y no puedo abrazarla, quema y me duele, siempre duele.
Dicen ciertas voces confusas que nadie está sólo si tiene algo que recordar, aunque sea un mínimo recuerdo, un leve rayo de luz, una mañana distinta. Dicen esas voces temblorosas que nunca se puede volver atrás, que el camino se borra y no consigues recordar. Dicen que la vejez es una gasa fina y azulada que te va arropando poco a poco, convirtiéndose en una segunda piel. También comentan que no merece la pena llorar ni lamentarse, que nadie pisará tu tumba cuando la tierra engulla tu cuerpo.
Esta Navidad será distinta, nadie vendrá a besarme en la mejilla y a acariciar mi mano, nadie, sólo la muerte.
Quizá alguien me eche de menos, aunque sea esta pobre silla, que durante años ha aguantado mi peso, aunque sean estas paredes, las cuales han sujetado mis recuerdos con sus garras y nunca me han concedido el olvido. Mi cuerpo se irá caminando, dejando una estela y nadie la verá, porque nadie me recuerda, nadie.

Mi historia ya va caminando por sí sola y ya tiene vida porque late con fuerza. Es una historias que también va envejeciendo mientras camina. Las dos vamos cogidas de la mano y desembocaremos en el mismo mar, en el mismo abismo, en la misma nada. Aunque la nada tiene que ser algo, quizá la nada.
Me siento más tranquila porque he escurrido sobre los papeles todo el dolor que me sobraba, y he tendido mi tranquilidad para que el viento seque su esencia y mañana pueda volver a mi espíritu.
Ahora me siento alguien, aunque sea una simple pincelada en el aire, soy alguien.
Todavía tengo tiempo de suplicar hasta que vengan a buscarme y hagan de mi cuerpo arrugado un puñado de cenizas, unos cuantos andrajos, un silencio eterno.
Ahora, aunque esta Navidad sea distinta, lucharé más que nunca, andaré con estas endebles piernas para demostrar que me voy contenta, que la suerte me sonríe, que la vida me abandona pero la muerte me llama ansiosa. No miraré atrás porque sólo recordaré aquellas pelusas de agua congelada, aquella chimenea, aquellas caricias tibias. Sólo recordaré mi vida, mi camino, mi historia, que hace poco nacía y ya yace moribunda.
No me iré triste, prometo no llorar, prometo no agarrarme a la silla cuando dé mi último suspiro, prometo.................................................
Aquí en la oscuridad de la noche, ya no recoge entre mis manos la llamada de las letras, ya no se encadenan unas a otras, ya no hay letras. Recuesto mi cabeza en la silla y mi cuerpo en posición fetal se va envejeciendo cada vez más.
La oscuridad se hace densa, mis ojos se cierran, y.................................Era verdad que esta Navidad iba a ser distinta.

“Primer premio de prosa del año 1996 de Fuenlabrada.”
“Tema una Navidad diferente"