lunes, 26 de agosto de 2013

"Aceptación" de Eiant Krieger


El amor es egoísta.
¡Eso no es cierto!
El verdadero amor  es inmenso,
supera la exigencia de  los cuerpos.
Te amo más allá
de la estúpida limitación del Universo,
de sus grandezas y miserias,
de tu pequeña superficie,
de lo que somos y seremos.
Por eso acepto,
por eso agradezco,
y que te amé otro
hoy lo comprendo.
En paz puedo seguir,
yo con mi amor,
yo con mi sueño,
como la aciaga vez que comprendí
que tu amor sería  fugaz
y el mío eterno.

 

 

sábado, 24 de agosto de 2013

Evento "Certamen de traducción al rumano de poesía contemporánea española"


"La teología del poema" de José Santana










La deidad se presenta en lo prístino de su esencia
y el cántico de la palabra aparece de repente.
Ante la genuflexión de la voz y el poema,
que yace en la pureza de la hoja y la tinta,
saturada de palabras y notas en espera de Érato,
 el numen perfecto.

Amiga poesía hoy toco a tu puerta, ven presta a mi vera,
complace mi ruego, y yo te prometo una mención honrosa.
El vals de la vida nos ha dado gracia, a ti la teología,
a mí la escritura y el melodrama que nos une.
Atiende al llamado del lápiz que yace dentro
del delirio de la inspiración.

La teogonía, celosa de las bellas frases,
apela en la corte de todos los dioses,
anula palabras que vienen de abajo,
decreta estatutos que no nos importan
bajo mascarada de poema sacro.

Así es el poema de la teología mayor,
inventa las farsas que tienen los hombres,
esclaviza tanto que deseo salirme de la religión, 
de la teología, del poema sacro,
que sólo anatematiza
las mentes enfermas que hay por doquiera,
en la triste etapa de escuchar sus frases
con cierta arrogancia.
Ahora que hablamos de la teología
y del gran poema, de la liberación.

José Santana





jueves, 15 de agosto de 2013

"Vos y la mañana" de Eiant Krieger

      



Mis manos en tus pechos fríos,
la luna resbalando por tu espalda
y apretado contra el hueco de tu falda
este esfuerzo mío.
Tu aliento bebo decidido,
la voz de Carole King se apaga
justo cuando el sol de la mañana
abre las persianas al olvido.
Este amor que despide el alba
es simple como todo lo primero,
orgulloso, egoísta, verdadero,
frágil, mentiroso, eterno.
Los dos sabemos:
te perderás en una esquina,
subirás desde el buzón hasta la fina
raya de la curva carretera,
solo quedaré como se quedan
los que viven de historias ya contadas.

miércoles, 31 de julio de 2013

"La tradición" de Georgina Rosado Rosado


LA TRADICION

Susana se aferró al árbol con todas sus fuerzas y lo rodeó en desesperado abrazo, sin importarle que aquella áspera corteza le dejara surcos en su piel morena y que, en el jaloneo, la sangre manara  hasta su falda, mientras gritaba el nombre de Emiliano.

Sin escuchar sus súplicas, Margarita le fue levantando poquito a poquito y con gran trabajo, cada uno de sus dedos anclados, mientras  Rosaura, por su parte, la rodeó por la cintura y, sin piedad, jaló y jaló hasta lograr al fin desprenderla del árbol. No tardaron mucho en celebrar su triunfo a carcajadas.  Quién le iba a decir  a Susana que ese par de villanas la había invitado a cortar nopales en el campo sólo para emboscarla, sólo para entregarla.

Juan, a prudente distancia, esperaba el preciso momento para espuelear su caballo pinto, lazarla como ganado y de inmediato embrocarla en una suerte de almud. Ella gimió y lloró, dolida por los zangoloteos que aporreaban su vientre contra el lomo del caballo. Lloraba, también, por el recuerdo de las tardes lluviosas cuando bordaba junto a su madre en la sala y por los días de sol moliendo masa en tanto intercambiaba secretos con sus hermanas. No pudo más y desmayó.

Despertó en cama rustica de paja y un rostro amable  acercó a sus labios el olor de azahar; sin pensarlo, bebió el liquido dulzón.  Reaccionó y de un manotazo hizo volar la jícara.

-Pero ¿cómo se atreve?- exclamó Susana- usted es la madre de mi raptor.

 -Y qué-contestó la anciana- yo también fui raptada por el padre de quien te robó, como lo fue mi madre y antes mi abuela y antes, antes y más antes el primer hombre que a una mujer montó y preñó en este pueblo. Esa es la tradición.

- ¿Cual tradición?- contestó Susana- no en mi pueblo, no en mi familia, no en mi cuerpo; sepa usted que mi novio Emiliano vendrá a buscarme y después de liberarme, quemará su choza, matará a sus gallinas y disparará a los cerdos.

Doña Juana la miró con ternura y en silencio dirigió sus pasos, lentos y cortos, fuera del cuarto.

Susana, ya sola, miró con ansiedad las paredes y el techo hasta que descubrió la ventana de madera vieja y gastada: esa sería su salvación. No lo pensó dos veces, la empujó con fuerza y está vez  fueron sus rodillas las que ella sangro, escaló la barda, saltó a la calle y corrió y corrió, gritando con la boca plagada de angustia, temiendo el regreso de su raptor. Logró llegar hasta su casa, exaltada pero al fin libre.

 -¡Madre, madre!- gritó- Juan ayudado por sus hermanas, me raptó en la tarde de ayer, pero recién esta mañana logré escapar, sin que sus manos tocaran mi cuerpo.

Miró los rostros de la familia, ninguno faltó a esa extraña reunión: madre, padre, abuelos, tías, hermano, hermanas y hasta sus primas, con la mirada baja en frío silencio, ningún abrazo, ningún consuelo, sólo escuchó la sentencia por el crimen que jamás cometió.

El tata hablo: “ninguna mujer que haya pasado una noche fuera de su hogar volverá a la casa de su familia sin arrastrarla a la vergüenza. No destruyas nuestro honor, anda, de prisa, regresa a casa de tu esposo y ruega porque te perdone y de nuevo te reciba o vivirás abandonada en los montes, esa, esa es la tradición”.

No respondió la arenga, el dolor la dejó muda, arrastrando las piernas buscó la calle y se consoló pensando que pronto, muy  pronto, todo estaría bien. Emiliano la salvaría del abandono y el deshonor.  Se la llevaría muy lejos, donde nadie la juzgara por una antigua tradición.

 El alma le regresó al cuerpo cuando a lo lejos, vislumbró aquella silueta, ¡Emiliano, Emiliano!, gritó, y él aligeró el paso,  pero no hacia sus brazos, qué amarga sorpresa, presuroso se alejo de ella dejando en su pecho un dolor punzante y agudo.  Fue cuando el cielo, su único aliado, tronó ahogando sus gritos y llovió borrando su llanto. Paso a paso, Susana regresó a su nueva casa, dejando en el camino pedazos de su pasado y el recuerdo de su niñez. En la puerta, su suegra la esperaba con una frazada que posó en su espalda, mientras escuchaba las risas necias de sus cuñadas, con quienes desde ese día y, para siempre, molería el maíz y compartiría secretos.

-Llegaste a tiempo, habló la anciana ¿trajiste los nopales que te encargué?. Tu marido está en el cuarto, llévale el agua caliente para su baño, te está esperando.

 Susana levantó el balde y abrió el cuarto donde Juan, desnudo, le daba la espalda y de reojo observó sus nalgas firmes y torneadas piernas. No pudo más y decidió vengarse: clavó  sus uñas en la ancha espalda, sólo para verlo sangrar y desahogar su frustración. De nada sirvió el esfuerzo,  ni los arañazos,  ni el líquido rojo que recorrió el cuerpo, lograron que él gimiera o emitiera palabra.

Esa noche Susana esperó y esperó.  Crujió la puerta. Ella se mantuvo quieta, temblorosa, atenta al encuentro. Pero el peso de aquel cuerpo no pisó el colchón ni su vientre. Juan se echó en el suelo y ahí durmió. Noche tras noche, cada madrugada, Susana abría los ojos después de prolongada espera, llenando el tiempo con sus recuerdos y agotados estos con fantasías afiebradas. Así, pasaron los días hasta que una mañana, rumbo al brocal del pozo, Susana sintió una corriente helada que recorría su espalda, erizando su cuerpo, endureciendo sus pezones, todo por la mirada de su raptor.

Fue esa noche cuando Susana se liberó: mientras su esposo dormía, se puso en cuclillas, su dedo índice bordeó los anchos labios y,  animada por la postura de muerto de Juan, apretó con ganas de magullar sus fornidos muslos. No hubo respuesta, ella sonrió y dejó a sus manos tibias  jugar un rato con rizados vellos que desde el ombligo bajaban y bajaban, hasta que de pronto algo la asustó: giró de prisa y miró de nuevo el rostro que yacía impasible.  Fue entonces cuando  Susana sintió que un líquido viscoso se le escurría entre sus piernas. Que lo sepa el pueblo: ¡al diablo con la tradición!  Juan se robó a Susana, pero fue ella… Ella fue quien lo montó.

sábado, 20 de julio de 2013

Poema de Carla Martínez Jiménez



Cayeron miles de hojas
como si yo pidiera cayeran estrellas,
de estrellas eran las hojas
de los colores de mis penas
verdes, moradas, azuladas y lilas
aquellos pastos de otoño
ocurriendo en primavera.

Recubrió la magia de mi entonces
remontándome a mis noches de espera
ansiaba los brazos del padre
las caricias de mi madre bella
tan distantes y tristes.

Recubriéndose de empresas
eran grises las tardes
y las noches frías como mi guerra,
ahora que pasó el tiempo de pronto
como diapositivas extremas
me hallo en la misma noche
sola, maravillada de hojas...
y recubierta de estrellas.

Ellos ya solo son recuerdo
pero son más ahora, de lo que no eran...


Carla Martínez Jiménez

Tertulia "Dimensiones" de Elisabeta Botan


Proyecto "Delantales de Memorias"


sábado, 15 de junio de 2013

"La esencia" de Georgina Rosado Rosado


 
Sus ojos miraron asombrados el pequeño frasco de cristal, que dejaba ver aquel líquido espeso y naranja. “¿Estás segura, la esencia es pura?” preguntó Joaquín,  -“Por supuesto” contestó ella, como no encontraras otra en ningún lugar”.  –“Exageras, refuto él, conozco un sitio que reúne a sus más grandes proveedores que encerrados todos los día la producen a raudales y la crean, incluso, de tonalidades más obscuras”. “Quizá- se defendió ella- en mayor cantidad y mezclada con otros elementos muy potentes, pero nunca con la pureza de la que sostienes en tu mano. Si no me crees, examínala y no hallarás en ella una sola partícula, ni la más pequeña que contenga otro componente diferente al esencial”.

-“¿Fue trabajoso?, señalo Joaquín, ¡ya me imagino! seguro tuviste que llegar a grandes profundidades para encontrar este grado de pureza y empleaste enormes cantidades de tu tiempo para llegar a reunir la pequeña porción que hoy me entregas”.

-“Te equivocas, espetó ella, se formó muy rápido y brotó tan  inesperadamente que la tuve que encerrar en un frasco a la velocidad de un rayo para que no explotara entre mis manos y destruyera todo lo que me rodeaba. Es más, en los escasos segundos que mantuvo libre su fuerza destructora quemó gran parte de mi piel.  Pero no te equivoques, eso no la hace menos valiosa; extraerla casi me cuesta la vida y las heridas dejadas por su paso tardaran en sanar.

-¿Y que utilidad práctica tiene esencia tan pura y poderosa? preguntó Joaquín y ella contestó. - “Todas, todas las que te puedas imaginar, encerrada y manipulada por las manos sabias de un alquimista,  puede cambiar al mundo y revolucionarlo, pero no hay que olvidar que su poder supera todas las armas, químicas, atómicas y liberada puede destruir al mundo en algunos segundos.”

-“Está bien ¡la compro! – dijo Joaquín con determinación- pero antes dime  ¿dónde la extrajiste?, ¿cómo la denominas? y ¿cuánto quieres por ella?  -con una media sonrisa ella respondió  -“La extraje de mi propia alma, la denomino odio y a cambio de este pequeño frasco sólo quiero de ti, una poesía, tres  prosas y una novela; me urgen para al fin cerrar las llagas que su paso me dejó”.
 
Georgina Rosado Rosado

miércoles, 29 de mayo de 2013

In ictu oculi


 
Sé que atiendes al viento a través de la ventana,
mientras el río muda constantemente,
y ensordece la lluvia en el tejado del otoño.
Se han quedado los segundos colgados
donde el álamo tiembla y solloza.
No quedan los nidos de golondrinas en ninguna
de nuestras memorias…
Se apaga la vela
con el tacto de la mano enhuesada.
Es el mundo quien intenta nacer de nuevo
y escapar de la miseria de rotar de forma y lugar.
No sirve tener retórica, ni pergaminos,
es la sangre de cada uno la que es detenida
cuando los péndulos deciden pararse.
Es un abrir y cerrar de ojos,
lo que dura la historia de la vida.
Estamos mirando el cuadro en el museo
que hicieron con los recuerdos de cada uno,
y fue Valdés quien pintó la existencia
en un lienzo claro oscuro.
Es la guadaña quien toma nuestro destino de eternidad
para convertirlo en segundero loco y despistado.
Hay perdones arrodillados en el patíbulo
que nos dejan mudos.
No sirven las joyas en la piel, ni blancas sedas
para escapar del tic tac que resuena,
en la letanía de los sueños.
Los días se van vistiendo de guerras
y las piedras huyen hasta del mundo maltratado,
no existe la búsqueda inexorable por aprender
de la tierra abrasada,
ni del niño guardando su hambre.
Son fantasmas que persiguen al ser arrogante
y a cárceles de libertades a la orilla de la verdad.
Me quedo con el abrir y cerrar de los ojos,
de unos ojos con miradas consumidas,
en un cielo sin espacio,
sin ángulos ni vértices.
Ya lo dijo Valdés en el cuadro de la vida,
el cirio se ahogará en la mano enhuesada,
pero seguro que dejaremos ríos
donde los deltas griten el eco de todos.
 
Raquel Viejobueno

sábado, 18 de mayo de 2013

Salto de Agua (Traiguén) por José Santana Prado



 

 




La belleza de tu rostro acicalado

ampara mis soledades, como  flor olorosa

y callada, tan exuberante que baña de hermosura

la intensa mañana, cuando  inicia el día su afanosa labor.

 

Malleco se obstina al roce del agua

que nos mece entre sus brazos,

el manto de esta flor de tierna Araucanía,

“Flor de Frontera” mencionada por pioneros,

los que en 1878 dieron luz a este tradicional

“Salto de Agua”, 

con el  mapudungun nombre de Traiguén.

 

Y qué observo dentro del viento de sus trigales

sino la armonía de la tierna voz y el canto de tu risa,

esparcida por el bosque de maitenes

que nos hablan quedo al oído:

¡Aquí estoy, anhelando a la poesía y sus cantares!

 Me enaltecerán el orgullo,

aunque La Quebrada de Chufquén

nos está esperando allá abajo

y ni siquiera se dé por aludida.

 

 Sólo el gran salto del rio Quino ha pintado

en las paredes de su cascada,

la visita de los poetas,

aquellos hombres y mujeres decididos

que vienen de todos lados del continente

a publicar con su voz clara y precisa, lo que dicta

el calor de su conciencia. 

Y no podrán ser intimidados por nadie:

ni por la ignominia o la malversación,

tampoco por aquellos inicuos

que no comprenderán jamás las virtudes

que la pluma vierte, sobre los tejidos inmaculados

de la hoja pura y blanca del papel,

 la que se trasformará enseguida

 en la sutileza  y  sensibilidad del místico poema.

 

Oh, tierra de sempiterna belleza,

hoy hemos llegado a compartir con ustedes,

los traigueninos, la pureza de la voz y la palabra

y deseamos ser escuchados,

así como a diario  murmura el caer del agua de los cielos

o el retozar de La Quebrada de Chufquén,

pues ya se ha anticipado y se tome en consideración

el cantar poético que poseen otras tierras

que os brindan la belleza de su pensar.

 

 

 

Aquí nos tiene ahora,

coronel  Gregorio Urrutia,

prestos a blandir nuestros alfanjes saturados de palabras,

derramándose sin la sangre del ayer,

sino con el sudor del lápiz

y el esfuerzo del presente, para honrar el recinto de los

que hoy en día moran, existen y escriben la belleza poética,

  en este Salto de Agua,

que le han denominado Traiguén.



José Santana Prado

Chiquito Mío, por Marianela Puebla


Yo te quiero así chiquito mío
salpicando los claveles con tu ensortijada risa,
mientras navega tu barca
sobre vaporosas nubes de algodón,
por donde tus barquitos se llevan los sueños.
 

Yo te quiero así mi niño lindo,
sonrojado, sudoroso, radiante,
aventurero en la avenida de los juegos.
Siempre llevas en tu rostro
dibujada una linda sonrisa.
Siempre revolotean las mariposas de tus ojos,
estallidos de alegría cuando ganas la partida.
 

Yo te quiero así mi niño lindo y mimado,
lejos de dolores, lejos del abismo
insondable de la muerte.
Decidido en la batalla, fuerte y combativo,
a continuar el camino de la sanación.
 

Yo te quiero chiquitito mío
Sano y libre de amenazas
Que la luz de un nuevo día
Traiga dichas y no espantos.
 

 Así te quiero tesoro mío,
en un abrazo poderoso unidos en el peligro,
tú, yo y el mundo juntos
ganando días a la existencia.
 

Así te quiero mi niño.
Mi dulce y luchoncito niño...
 

Marianela  Puebla

 

 

jueves, 4 de abril de 2013

Francisco José Arango Ramírez

 
 
Francisco José Arango Ramírez, nación en la ciudad de Cali, departamento del Valle del Cauca, Colombia, el día 29 de agosto de 1960. 
Desde la temprana edad de los 15 años comenzó a escribir sus primeros poemas, que ha guardado fielmente a través de todos estos años, para la lectura de sus pocos amigos, y de quienes gustan  de la leída de versos. 
En algunas oportunidades a concursado en convocatorias literarias sin contar con mayor aceptación de parte de los jurados pertinentes.  
Su interés no ha sido propiamente ganar concursos, sino lograr que algunos de sus poemas se publiquen en revistas o foros importantes en el medio literario, y hacer entrañables amigos con quienes poder conversar y cruzar cartas viajeras a través de los años. 
Es abogado especializado en derecho laboral, litigante, consultor y asesor empresarial, así como docente universitario, desde hace más de  20 años. 
Padre de tres hijos, está separado, y actualmente vive en la ciudad de Bogotá.
 
 

martes, 26 de marzo de 2013

Premio Internacional de Poesía 2013 "Un Café con Literatos"

 
 
Un Café con Literatos agradece la paricipación elevada, y la confianza depositada en el Premio Intenacional de Poesía 2013. Felicitamos a todos los autores por sus creaciones y su amor a la poesía, y les deseamos suerte a los 20 finalistas que optan a los Premios.
 
 

martes, 12 de marzo de 2013

"A la Duquesa apasionada" por Jesús García Moreno

A la Duquesa Apasionada

Envuelto... en la luz de este atardecer que ronronea como un gato.
Navegando entre la línea que separa la lluvia de mi sombra.
Sin una gota que moje mis labios,
resecos…
por la sal de las lágrimas.

Deja que te llame por tu nombre…
Para que su luz teñida de añoranza
me secuestre
a las puertas de esta la indolente oscuridad.
Oscuridad que vencerá mi vigilia
y envuelta en un sopor ardiente
me conducirá, a su voluntad,
por un mar arbolado,
repleto de renuncias, reproches y estelas divergentes.

No, no me lo prohíbas.
Permíteme paladear las sílabas de tu nombre.
Que me sirva de ancla.
Que me fije a la rada.
O que, naufrago, en la tormenta,
deposite mi cuerpo sobre la arena,
bajo infinitos cielos de trémulas luces.

Déjame decir tu verdadero nombre...
tu nombre...
No…, no te alejes…

Jesús García Moreno
Marzo 2013

viernes, 8 de marzo de 2013

"Retrato de mujer" por Raquel Viejobueno



Tuve que pasear por mil calles distintas para que se fijaran en mí. Me convertí en discípula, en buena hija, también en la mejor estudiante, la perfecta hermana, la obediente mujer. Los años consumían mi ropaje y me transformé en la amante perfecta, la madre modelo, la esposa ejemplar, tuve tiempo para leer, planchar, cocinar, comprar, fregar, recoger, ordenar, educar a mis hijos, subsanar los caprichos de mi marido, amar, obedecer, entregar. Me sobró tiempo para remendar, escuchar, atender, comprender, acoger, conducir, estudiar, suspender, emprender, y hoy que camino por la calle leo con sorpresa un cartel que expresa “día de la mujer trabajadora”, entristecí porque ese día no era para mí. No tuve tiempo de trabajar.

 Para abuelas, madres, hijas, hermanas, tías, compañeras, amigas, maestras, doctoras, jardineras, técnicas, panaderas, empresarias, fotógrafas, estudiantes, administrativas, prostitutas,  alfareras, aprendizas, poetisas, escritoras, bibliotecarias, carpinteras, escribanas, escultoras, filósofas, flautistas, guerreras, planchadoras… etc, por todas las heroínas.

 

"Mujer Resiste" por Marianela Puebla


Estás en medio  de una gran batalla,
has dado el  paso decidido,
la primera mirada combativa, el grito
que dormía la placidez de los siglos,
la llamarada en la antorcha de la vida. 
 

Contra las vicisitudes odiosas, resiste, llevas en ti
la voz ahogada que te impulsa a seguir caminos tortuosos,
llenos de pesares y dolores.
Pero tú estás hecha de coraje, junto a ti
corre un río caudaloso de fuerza que recorre
tu cuerpo, hecho de fibra extraordinaria
para resistir los embates de la incertidumbre.  

Tú eres luz, fuego, la fuerza motora que impulsa
a tus hijos a seguir hacia delante,
a no desfallecer ante situaciones adversas
que les  empujan con una carga a cuestas
difícil de sobrellevar.  

Resiste, tu corazón está hecho de granito
endurecido por los azotes del destino,
aunque flaqueen tus piernas a punto de derribarte,
sacas arrojo más allá del dolor
y continúas en la batalla.  

Te declaras  adicta a la lucha,
a combatir la nebulosa del temor, el miedo ancestral
que circula en tu sangre.  

Resiste, resiste,
eres mujer, eres más que un ser humano
convertido en lágrimas.
Llevas en ti la marca de los tiempos
que te han heredado el coraje,
como símbolo de tu karma.
Sostienen tus brazos el peso de la historia,
derramada en miles de hijos
que salen de tu  fecundo y amoroso vientre.  

Sensible y protectora madre,
lo das todo sin importar la estatura.
Debes seguir resistiendo con fuerza de gigante,
pues  la  grandeza  que posees, no sólo cobija  a tus hijos,
también abarca la ilusión del planeta.

 

Marianela Puebla

 

 

 

sábado, 2 de marzo de 2013

"Perfil de un mentiroso" Raquel Viejobueno

Miren detenidamente a la pobreza que reposa sobre la barba, sobre la pantomima del que se cree que sobre su mano está la tierra arrodillada. Eres hijo de la generosidad de centenares de mujeres, que se han sentido calmadas a saber que te sentías feliz creyéndote superior. Pobre miserable de ojos ciegos y caretas de llantos. Recaes en la barbarie dominante cuando no eres capaz de sostenerte en pie. Así es el hombre que escribe a una jauría de sedientos espíritus. Así es el que camina encorvado, llevando sobre sus hombros una culpa que le come la conciencia. Eres un conjunto difuso de recuerdos, un libro mal avenido en una estantería repleta de polvo, que lo único que desea es ver al prójimo reverenciándose ante tus huesos carcomidos por la edad.
Infeliz de días de hambre, pantomima de una vida que nunca has vivido, más que en la soledad de tus errores.
Así eres, y así terminarán tus últimos días. Sí, a ti, al que todo lo crees, y vives en la orilla de una choza, al otro lado del mundo.

"Oigo un tambor al fondo de la palabra" Valentina López Márquez


"Oigo un tambor al fondo de la palabra" Sylvia Ellston


Flamas en un catorce de febrero


 
El viento sopla endemoniado la lengua ardiente
y la esparce como semilla enfurecida por cimas y laderas abajo.
Flamas en libertad cruzan la carretera Santos Ossa,
los cerros de Valparaíso impotentes, arden en un festival no programado
con bocanadas de espeso y negro humo,
volutas que tiñen el horizonte con pinceladas de miseria y ruina.
Un llanto verde y desgarrador pide auxilio,
prendido como antorcha ilumina su desgracia y se desploma
sin poder abrir sus alas.
Es un panorama desolador, el siroco no entiende de ruegos,
el sube y baja las flamas, prende casas y espanta al vecindario
que lucha por llevar una gota de agua.
No se detiene, toma un giro y salta de cerro en cerro dejando
latas retorcidas y un cúmulo de escombros, que se debaten entre las llamas.
Hay clamor mudo que vaga las calles infernales
bajo la paranoia del viento que, se arremolina y se lanza en picada,
cae con sórdida crudeza sobre hogares y verde natura.
San Roque, El Pajonal, Rodelillo y Los Placeres, son víctimas del infortunio,
de la negligencia de algunos, que dejan 284 casas destruidas,
mil doscientas personas sin hogar, sueños truncados,
años de arduo trabajo por construir un futuro que ahora yace
bajo las fauces de las flamas en un puñado de polvo.
Los bomberos no dan abasto, luchan con increíble coraje
por llevar un trago de agua y apaciguar el infierno,
todos juntos a los carabineros y helicópteros
socorren a las familias y mascotas, en un esfuerzo supremo.
Y cuando cae la tarde, y el cielo se puebla de lágrimas del cosmos,
la lucha acaba, las flamas han sido calmadas,
la desolación habita el corazón del hombre y la mujer
que lo han perdido todo,
todo en un catorce de febrero, día del amor y la amistad,
que se convierte espontáneamente en un atardecer solidario.
 
Marianela Puebla