sábado, 8 de septiembre de 2012

CENIZAS



Existió un día el fuego voraz, atroz. Quemó mis cuatro décadas de peregrina. Hice una vereda donde las huellas eran cenizas y ocres.

El asfalto tatuó mi piel en el calor del mundo. Casi consumida en la hoguera de vanidades; desciendo. He recobrado las alas del alcotán y con mi vestido de humo viajo sobre el inamovible mar. Mi reflejo en las aguas muestra la papaber sigilosa y tímida, como ha vuelto a renacer en la primavera, en los campos, donde la tarabilla roza con su plumaje el pétalo recién nacido.

Hoy, aquella que fue, se cubre de las ascuas que un día quemaron la pupila de ser.

La vida está de fiesta y me he puesto mis zapatos de tacón para salir a la calle sin fin.

 

Raquel Viejobueno Rodríguez