miércoles, 29 de mayo de 2013

In ictu oculi


 
Sé que atiendes al viento a través de la ventana,
mientras el río muda constantemente,
y ensordece la lluvia en el tejado del otoño.
Se han quedado los segundos colgados
donde el álamo tiembla y solloza.
No quedan los nidos de golondrinas en ninguna
de nuestras memorias…
Se apaga la vela
con el tacto de la mano enhuesada.
Es el mundo quien intenta nacer de nuevo
y escapar de la miseria de rotar de forma y lugar.
No sirve tener retórica, ni pergaminos,
es la sangre de cada uno la que es detenida
cuando los péndulos deciden pararse.
Es un abrir y cerrar de ojos,
lo que dura la historia de la vida.
Estamos mirando el cuadro en el museo
que hicieron con los recuerdos de cada uno,
y fue Valdés quien pintó la existencia
en un lienzo claro oscuro.
Es la guadaña quien toma nuestro destino de eternidad
para convertirlo en segundero loco y despistado.
Hay perdones arrodillados en el patíbulo
que nos dejan mudos.
No sirven las joyas en la piel, ni blancas sedas
para escapar del tic tac que resuena,
en la letanía de los sueños.
Los días se van vistiendo de guerras
y las piedras huyen hasta del mundo maltratado,
no existe la búsqueda inexorable por aprender
de la tierra abrasada,
ni del niño guardando su hambre.
Son fantasmas que persiguen al ser arrogante
y a cárceles de libertades a la orilla de la verdad.
Me quedo con el abrir y cerrar de los ojos,
de unos ojos con miradas consumidas,
en un cielo sin espacio,
sin ángulos ni vértices.
Ya lo dijo Valdés en el cuadro de la vida,
el cirio se ahogará en la mano enhuesada,
pero seguro que dejaremos ríos
donde los deltas griten el eco de todos.
 
Raquel Viejobueno

sábado, 18 de mayo de 2013

Salto de Agua (Traiguén) por José Santana Prado



 

 




La belleza de tu rostro acicalado

ampara mis soledades, como  flor olorosa

y callada, tan exuberante que baña de hermosura

la intensa mañana, cuando  inicia el día su afanosa labor.

 

Malleco se obstina al roce del agua

que nos mece entre sus brazos,

el manto de esta flor de tierna Araucanía,

“Flor de Frontera” mencionada por pioneros,

los que en 1878 dieron luz a este tradicional

“Salto de Agua”, 

con el  mapudungun nombre de Traiguén.

 

Y qué observo dentro del viento de sus trigales

sino la armonía de la tierna voz y el canto de tu risa,

esparcida por el bosque de maitenes

que nos hablan quedo al oído:

¡Aquí estoy, anhelando a la poesía y sus cantares!

 Me enaltecerán el orgullo,

aunque La Quebrada de Chufquén

nos está esperando allá abajo

y ni siquiera se dé por aludida.

 

 Sólo el gran salto del rio Quino ha pintado

en las paredes de su cascada,

la visita de los poetas,

aquellos hombres y mujeres decididos

que vienen de todos lados del continente

a publicar con su voz clara y precisa, lo que dicta

el calor de su conciencia. 

Y no podrán ser intimidados por nadie:

ni por la ignominia o la malversación,

tampoco por aquellos inicuos

que no comprenderán jamás las virtudes

que la pluma vierte, sobre los tejidos inmaculados

de la hoja pura y blanca del papel,

 la que se trasformará enseguida

 en la sutileza  y  sensibilidad del místico poema.

 

Oh, tierra de sempiterna belleza,

hoy hemos llegado a compartir con ustedes,

los traigueninos, la pureza de la voz y la palabra

y deseamos ser escuchados,

así como a diario  murmura el caer del agua de los cielos

o el retozar de La Quebrada de Chufquén,

pues ya se ha anticipado y se tome en consideración

el cantar poético que poseen otras tierras

que os brindan la belleza de su pensar.

 

 

 

Aquí nos tiene ahora,

coronel  Gregorio Urrutia,

prestos a blandir nuestros alfanjes saturados de palabras,

derramándose sin la sangre del ayer,

sino con el sudor del lápiz

y el esfuerzo del presente, para honrar el recinto de los

que hoy en día moran, existen y escriben la belleza poética,

  en este Salto de Agua,

que le han denominado Traiguén.



José Santana Prado

Chiquito Mío, por Marianela Puebla


Yo te quiero así chiquito mío
salpicando los claveles con tu ensortijada risa,
mientras navega tu barca
sobre vaporosas nubes de algodón,
por donde tus barquitos se llevan los sueños.
 

Yo te quiero así mi niño lindo,
sonrojado, sudoroso, radiante,
aventurero en la avenida de los juegos.
Siempre llevas en tu rostro
dibujada una linda sonrisa.
Siempre revolotean las mariposas de tus ojos,
estallidos de alegría cuando ganas la partida.
 

Yo te quiero así mi niño lindo y mimado,
lejos de dolores, lejos del abismo
insondable de la muerte.
Decidido en la batalla, fuerte y combativo,
a continuar el camino de la sanación.
 

Yo te quiero chiquitito mío
Sano y libre de amenazas
Que la luz de un nuevo día
Traiga dichas y no espantos.
 

 Así te quiero tesoro mío,
en un abrazo poderoso unidos en el peligro,
tú, yo y el mundo juntos
ganando días a la existencia.
 

Así te quiero mi niño.
Mi dulce y luchoncito niño...
 

Marianela  Puebla