sábado, 2 de marzo de 2013

"Perfil de un mentiroso" Raquel Viejobueno

Miren detenidamente a la pobreza que reposa sobre la barba, sobre la pantomima del que se cree que sobre su mano está la tierra arrodillada. Eres hijo de la generosidad de centenares de mujeres, que se han sentido calmadas a saber que te sentías feliz creyéndote superior. Pobre miserable de ojos ciegos y caretas de llantos. Recaes en la barbarie dominante cuando no eres capaz de sostenerte en pie. Así es el hombre que escribe a una jauría de sedientos espíritus. Así es el que camina encorvado, llevando sobre sus hombros una culpa que le come la conciencia. Eres un conjunto difuso de recuerdos, un libro mal avenido en una estantería repleta de polvo, que lo único que desea es ver al prójimo reverenciándose ante tus huesos carcomidos por la edad.
Infeliz de días de hambre, pantomima de una vida que nunca has vivido, más que en la soledad de tus errores.
Así eres, y así terminarán tus últimos días. Sí, a ti, al que todo lo crees, y vives en la orilla de una choza, al otro lado del mundo.

"Oigo un tambor al fondo de la palabra" Valentina López Márquez


"Oigo un tambor al fondo de la palabra" Sylvia Ellston


Flamas en un catorce de febrero


 
El viento sopla endemoniado la lengua ardiente
y la esparce como semilla enfurecida por cimas y laderas abajo.
Flamas en libertad cruzan la carretera Santos Ossa,
los cerros de Valparaíso impotentes, arden en un festival no programado
con bocanadas de espeso y negro humo,
volutas que tiñen el horizonte con pinceladas de miseria y ruina.
Un llanto verde y desgarrador pide auxilio,
prendido como antorcha ilumina su desgracia y se desploma
sin poder abrir sus alas.
Es un panorama desolador, el siroco no entiende de ruegos,
el sube y baja las flamas, prende casas y espanta al vecindario
que lucha por llevar una gota de agua.
No se detiene, toma un giro y salta de cerro en cerro dejando
latas retorcidas y un cúmulo de escombros, que se debaten entre las llamas.
Hay clamor mudo que vaga las calles infernales
bajo la paranoia del viento que, se arremolina y se lanza en picada,
cae con sórdida crudeza sobre hogares y verde natura.
San Roque, El Pajonal, Rodelillo y Los Placeres, son víctimas del infortunio,
de la negligencia de algunos, que dejan 284 casas destruidas,
mil doscientas personas sin hogar, sueños truncados,
años de arduo trabajo por construir un futuro que ahora yace
bajo las fauces de las flamas en un puñado de polvo.
Los bomberos no dan abasto, luchan con increíble coraje
por llevar un trago de agua y apaciguar el infierno,
todos juntos a los carabineros y helicópteros
socorren a las familias y mascotas, en un esfuerzo supremo.
Y cuando cae la tarde, y el cielo se puebla de lágrimas del cosmos,
la lucha acaba, las flamas han sido calmadas,
la desolación habita el corazón del hombre y la mujer
que lo han perdido todo,
todo en un catorce de febrero, día del amor y la amistad,
que se convierte espontáneamente en un atardecer solidario.
 
Marianela Puebla