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Madrid queda cerrado para muchos, impoluta burbuja de cristal repartiendo quiméricas ideas, mientras allá abajo, los niños sofocan su muerte, el hambre y las moscas los comen desde los pies.
La espuma de la mentira crece.
Hoy, mientras esperaba la apertura de un semáforo, lloré por la estupidez del ser humano, atrás se oían el cántico de los feligreses para un Dios que hace mucho que se quedó ciego y sordo…
¡Un día con mucha zozobra!
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