Observo su majestuosidad, su belleza. Ahí está: ¡el mar! Sugerente, con la brisa que refresca el cuerpo aliviando el alma o, ¿tal vez al revés? Lo miro, no puedo desligarte de él. Siempre juntos: el mar, tú y yo. Según crecías y yo envejecía descubríamos sus secretos: sus profundidades, su fauna, los crepúsculos con sus fascinantes tonalidades; cuando el momento rinde culto al tránsito de lo acontecido a lo venidero. Un día tu persona se desvaneció; pero miro al horizonte y te encuentro, me fijo en las gaviotas y estás, observando a las golondrinas te hallo, contemplando a las olas te veo, siento la brisa y te noto, percibo la fragancia y te huelo. Cuando te imagino ahí está: ¡el mar! Con sus destellos, sus matices, su aroma, sus peces, las aves… No puedo abrazarte, ni jugar contigo; pero siento el abrigo del Amor, arrullándome hijo mío... En el mar…
Juan Luis Bulnes de la Calle.
Cartagena (España)