sábado, 8 de octubre de 2011

EN ORILLA DEL MUNDO.


  Nunca supe cuando podía despertar.
 Pensé en llamar allí, donde el timbre era perpetuo.
 El silencio de ese ruido me dejó sin oír.
Figura de  sombras que dibuja el paisaje, en aquel, un cuadro sin nada.
He llegado al fin de los días con el mundo en el bolsillo.
Nadie se quejaba, había miedo en las manos sin dedos y frío
 en el cálido hogar del  Diablo.
No sé;
quizá la noche tenga otro nombre y no me lo quiera decir.
Estoy dudosa de pensar en ese momento donde el mundo esbozó
el eco de mi grito.
Miles de pieles corriendo.
El pasillo se termina.
 Sólo al otro lado encontraré lo que sacie esta sed de silencios:
Mi silueta en la orilla del mar,
 con un vestido salado y un cabello de espuma.
Sólo quizá cuando el sol esté helado dejaré de pensar.
Esta noche es un pozo con espinas, una trampa de mis ojos y
un veneno en mi alma.
Ahora escucho;
las pisadas descalzas del miedo, es un jinete sin caballo,
pero armado hasta los dientes.
 Ahora sólo  queda que pueda descansar.


Raquel Viejobueno  Rodríguez.