Vocablos agónicos en una escritura mal trazada, se pierde tu presencia en arenas que el viento las lleva lejos. No quedan días, ni atardeceres para calentar nuestro nido...
Veo la luz infinita adentrarse en huesos rotos. Busco. Nada.
El miedo juega con mi piel blanquecina, alguien pintó un mapa sobre ella, aún así te perdiste.
Llévame contigo a esos bosques donde la caricia eran labios petrificados. Arrastra este cuerpo yacido. Espanta los fantasmas que devoran mi pensamiento. No me dejes nunca, el miedo es un monstruo con colmillos ennegrecidos.
Raquel Viejobueno Rodríguez.
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