Al otro lado un
cadáver danza entre versos serpentinos de venenos. Inyecta la pobreza de
espíritu, el hueco de la derrota, la
oquedad del rostro sin ojos. Lleva una alforja repleta de atardeceres, de damas
gimiendo en el sentido de lo absurdo. Las golondrinas mueren en un mar tóxico,
se ahogan entre las letras disfrazadas de poética. No queda nada, la momia ha
perdido su vendaje entre sus propias yemas.
Pareciera que el Sol
ha aprendido a caminar nuevamente, está sonriente.
A este lado, los colibrís están de fiesta y entre mi
cabello nacen alientos cálidos y es que las colinas de mis caderas son deltas
del mar que llevo dentro…
Raquel Viejobueno
Hermosos poema estimada Raquel, te felicito por tan atinadas metáforas, cariños de Marianela.
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